Dos son las adaptaciones de estas plantas para atrapar insectos: unas poseen órganos especiales que segregan sustancias viscosas constituidas por mucílagos; estos órganos se encuentran situados en el ápice de apéndices más o menos largos. Otras especies cuentan con estructuras en forma de cántaros que en realidad son modificaciones de la forma y estructura floral, tal es el caso de las Sarraceniáceas, o bien poseen una modificación de las hojas para formar cuencos donde se acumulan los líquidos, como ocurre en el género Nepenthes.
Al primer tipo pertenecen las atrapamoscas o droseras y las especies de los géneros Pinguicula y Drosophyllum. Por lo general, estas plantas atrapan insectos voladores, ya que las alas, delgadas y frágiles, se quedan fácilmente pegadas a las sustancias adhesivas que segregan los apéndices de las hojas. A esta estrategia se suma la emisión de aromas y colores atractivos, como por ejemplo en Drosera, que posee apéndices rematados en esferitas brillantes de aspecto de rubí para tentar la curiosidad de los insectos voladores.
Dionaea muscipula